Según el Diccionario de la RAE, boicotear es “privar a una persona o a una entidad de toda relación social o comercial para perjudicarla y obligarla a ceder en lo que de ella se exige”. De este modo, el boicot a los productos israelíes que promueven organizaciones como Boycott Israeli Goods Campaign es una forma de activismo de los consumidores que busca dirigir el enorme poder de los mercados de consumo de productos y servicios hacia la consecución de determinados objetivos políticos o sociales. Hace unos días, Alberto Arce y Carlos Sardiña publicaron en periodismohumano.com un interesante reportaje que compara la situación actual de Israel con la que vivió la Suráfrica de los últimos años del apartheid, en la década de 1980, cuando los productos del país africano fueron blanco de una importante campaña que, a la postre, acabó dañando al régimen político surafricano y favoreciendo su caída.
Aunque con una importancia y un éxito dispares, a lo largo de las últimas décadas han surgido iniciativas similares contra gobiernos y empresas de diferentes partes del mundo en protesta por las más variadas cuestiones, normalmente muy serias. Digo ‘normalmente’ porque en algunas ocasiones, y a toro pasado, se revelan tan patéticas como el boicot a los productos catalanes que se puso en marcha en ciertos sectores de la derecha española/españolista hace unos años y su contraparte catalana Compreu en català, que pedía favorecer la compra de productos etiquetados en catalán frente a los etiquetados en castellano. Como contó en su día la periodista Victoria Prego en su blog, la falta de entendimiento llegó a provocar que unos y otros pidieran, a la vez, que no se consumiera el agua ‘Vichy Catalán’.
Las campañas anuales de caza de focas en Canadá están en el punto de mira de los activistas que piden sendas acciones contra el comercio de ambos países. Según la web boycott-canada.com, puesta en marcha por la ONG Respect for Animals, “el gobierno canadiense ha permitido que un cuarto de millón de focas murieran golpeadas o por armas de fuego en los últimos cuatro años”. Para presionar al país norteamericano, la web –que está dirigida a los consumidores británicos– propone dirigir cartas a los supermercados que importan productos pesqueros de Canadá para pedir que dejen de proveerse de estas mercancías. También sugiere que dejar de escoger Canadá como destino turístico puede ser una medida efectiva para presionar al gobierno de Ottawa.
Campañas muy similares se han venido poniendo en marcha contra Japón por la caza de ballenas. Greenpeace, de hecho, ha intentado dar una nueva vuelta de tuerca a las presiones económicas: hace dos años, inició una campaña para que los clientes de Canon –que se ha identificado en varias ocasiones con campañas de protección de la naturaleza– pidieran al fabricante de cámaras fotográficas que apoyara la condena al gobierno japonés y a su política de fomento de la caza de ballenas. Se trata de una iniciativa original: en lugar de emprenderla contra una empresa por sus acciones o las acciones del gobierno del país del que procede, se le pedía ayuda para presionar entre todos al responsable político y conseguir los fines de la campaña que, al final, no tuvo el éxito esperado. Canon decidió no participar, según leo en la sección de la web de Greenpeace dedicada a la defensa de los océanos.
En el sur de los Estados Unidos se están viendo los primeros intentos de influir mediante el consumo en la decisión de la Legislatura de Arizona, el parlamento de este estado de los EEUU, de endurecer los controles policiales contra las personas en situación irregular. El periodista Mario Solis-Marich, que se presenta como progresista en su columna de The Huffington Post, llama al boicoteo de los productos de Arizona. “Irónicamente, el mayor cliente del estado es México”, asegura en su página.
Además de boicots a las producciones industriales de un país al completo, en varias ocasiones hemos visto protestas contra determinados fabricantes por sus conductas, como la campaña de Greenpeace contra Nestlé por utilizar en sus chocolatinas aceite de palma procedente de cultivos que, según la ONG, ocupan extensiones que antes ocupaba la selva tropical en Indonesia. Es la enésima campaña internacional contra la multinacional suiza, que tiene amplia experiencia en ser el blanco de los consumidores activos preocupados por las implicaciones que sus compras tienen en los países de origen de los productos o en la conducta de la empresa en la que ponen su confianza.
Fuente: Periodismo Humano
Durante las manifestaciones en contra del ataque israelí a la flotilla de ayer, muchas pancartas llevaban las palabras ‘Boicot Israel’. En realidad, las diferentes iniciativas en contra de los productos de este país no nacieron ayer. Desde hace años, diversas organizaciones han pedido a los consumidores una protesta contra las empresas israelíes mediante el boicot a sus mercancías. Pero… ¿qué significa ‘boicot’? Aunque con una importancia y un éxito dispares, a lo largo de las últimas décadas han surgido iniciativas similares contra gobiernos y empresas de diferentes partes del mundo en protesta por las más variadas cuestiones, normalmente muy serias. Digo ‘normalmente’ porque en algunas ocasiones, y a toro pasado, se revelan tan patéticas como el boicot a los productos catalanes que se puso en marcha en ciertos sectores de la derecha española/españolista hace unos años y su contraparte catalana Compreu en català, que pedía favorecer la compra de productos etiquetados en catalán frente a los etiquetados en castellano. Como contó en su día la periodista Victoria Prego en su blog, la falta de entendimiento llegó a provocar que unos y otros pidieran, a la vez, que no se consumiera el agua ‘Vichy Catalán’.
Las campañas anuales de caza de focas en Canadá están en el punto de mira de los activistas que piden sendas acciones contra el comercio de ambos países. Según la web boycott-canada.com, puesta en marcha por la ONG Respect for Animals, “el gobierno canadiense ha permitido que un cuarto de millón de focas murieran golpeadas o por armas de fuego en los últimos cuatro años”. Para presionar al país norteamericano, la web –que está dirigida a los consumidores británicos– propone dirigir cartas a los supermercados que importan productos pesqueros de Canadá para pedir que dejen de proveerse de estas mercancías. También sugiere que dejar de escoger Canadá como destino turístico puede ser una medida efectiva para presionar al gobierno de Ottawa.
Campañas muy similares se han venido poniendo en marcha contra Japón por la caza de ballenas. Greenpeace, de hecho, ha intentado dar una nueva vuelta de tuerca a las presiones económicas: hace dos años, inició una campaña para que los clientes de Canon –que se ha identificado en varias ocasiones con campañas de protección de la naturaleza– pidieran al fabricante de cámaras fotográficas que apoyara la condena al gobierno japonés y a su política de fomento de la caza de ballenas. Se trata de una iniciativa original: en lugar de emprenderla contra una empresa por sus acciones o las acciones del gobierno del país del que procede, se le pedía ayuda para presionar entre todos al responsable político y conseguir los fines de la campaña que, al final, no tuvo el éxito esperado. Canon decidió no participar, según leo en la sección de la web de Greenpeace dedicada a la defensa de los océanos.
En el sur de los Estados Unidos se están viendo los primeros intentos de influir mediante el consumo en la decisión de la Legislatura de Arizona, el parlamento de este estado de los EEUU, de endurecer los controles policiales contra las personas en situación irregular. El periodista Mario Solis-Marich, que se presenta como progresista en su columna de The Huffington Post, llama al boicoteo de los productos de Arizona. “Irónicamente, el mayor cliente del estado es México”, asegura en su página.
Además de boicots a las producciones industriales de un país al completo, en varias ocasiones hemos visto protestas contra determinados fabricantes por sus conductas, como la campaña de Greenpeace contra Nestlé por utilizar en sus chocolatinas aceite de palma procedente de cultivos que, según la ONG, ocupan extensiones que antes ocupaba la selva tropical en Indonesia. Es la enésima campaña internacional contra la multinacional suiza, que tiene amplia experiencia en ser el blanco de los consumidores activos preocupados por las implicaciones que sus compras tienen en los países de origen de los productos o en la conducta de la empresa en la que ponen su confianza.
Fuente: Periodismo Humano
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