martes, 24 de marzo de 2009

Alberto Arce, el periodista español que acompañó al pueblo palestino


Relaté el conflicto de Gaza mientras cargaba heridos

Alberto es realizador de documentales, corresponsal de guerra –ha trabajado en Palestina, Líbano e Irak– y cooperante, pero, sobre todo, es un periodista que defiende el derecho a informar de los comunicadores sin autocensura que, según este reportero de guerra, es el peor mal de los que informaron e informan sobre el conflicto entre Palestina e Israel en Gaza. Alberto Arce entró en la Franja para filmar un documental sobre el bloqueo israelí y, cuando llevaba ocho días grabando, empezó el bombardeo. Es el único reportero español que, violando la legislación israelí, permaneció en Gaza como testigo directo de lo que allí sucedía. Siempre como contrapunto a las fuentes oficiales.


Usted fue de los pocos periodistas que consiguieron relatar el conflicto de Gaza desde dentro, ¿qué pasó con el resto?

La teoría oficial dice que Israel no les permitió entrar, y es cierto. Israel no dejó acceder a la zona de la Franja a periodistas extranjeros ya desde un par de meses antes de que comenzasen los ataques. Estaban sellando totalmente el territorio porque tampoco dejaban pasar a los cooperantes. Sabíamos que había una vía de entrada abierta, en barco a través de Chipre. Desde el punto de vista de Israel, esa entrada es ilegal pero yo decidí no acatar esas normas y entré con un equipo de Al Yazira y con otro de la televisión israelí.


¿Qué objetivo tenía cuando tomó esa decisión de saltarse la legalidad?

Entré en Gaza para filmar un documental sobre las consecuencias del bloqueo de Israel sobre la población civil. Quería quedarme tres meses para grabar. A los ocho días, cuando estaba grabando una entrevista con unos campesinos, empezó el ataque y ahí arrancaron los sucesos

que todos conocemos


¿Cree que en Occidente se ha informado con libertad sobre este conflicto?

En los lugares en los que existe libertad de expresión no hay coacción a la hora de informar. Lo que sí existe, lamentablemente, es la autocensura por parte de los propios periodistas que no quieren salirse del marco narrativo de referencia: un conflicto en el que ambos bandos son responsables por igual de lo que está sucediendo donde la paz es imposible por culpa tanto del comportamiento israelí como del comportamiento palestino. Yo creo que es hora de modificar esa narrativa, porque en esa dinámica hay relatos que los medios de comunicación deciden no hacer.


¿Por ejemplo?

La Franja de Gaza, desde el punto de vista del derecho internacional, es un auténtico campo de concentración porque el 70% de su población ha sido desplazada militarmente por la fuerza de lo que hoy en día es el estado de Israel y ha sido concentrada en un territorio de 320 quilómetros cuadrados. Han sido privados de sus derechos, bloqueados, viven sin suministro electico ni alimentos ni agua, y además son bormbardeados desde el aire. Esta situación ha sido definida por la ONU como “preludio al genocidio”. Es un ataque sistemático de décadas contra el pueblo palestino. Pero ahora, tras el boom informativo, parece que ya no interesa cuando la situación es peor que antes. Es menos vistoso, porque no hay sangre, ni ruido, ni bombas. Entonces deja de interesar.


¿Su implicación con el pueblo palestino le permite ser objetivo a la hora de informar? ¿Cómo hizo compatible la profesión con la tarea humanitaria?

Los extranjeros que estábamos en la Franja en el momento del ataque recibimos la oferta de evacuación. Yo adquirí un compromiso: si los palestinos no pueden salir, ¿por qué yo sí? ¿Por qué mi vida –como periodista, como blanco, como europeo– vale más que la de un palestino que va a morir en este ataque? Creo que la suerte del que informa es la misma que la de quien vive en este territorio.


¿Qué opina entonces de los periodistas ‘empotrados’?

Desde hace años estamos lamentablemente acostumbrados a recibir cursos de formación militar, a ponernos un uniforme, y a cubrir las guerras empotrados [acompañados, guiados] desde dentro de los ejércitos. Eso no es positivo ni para la informacion ni para la profesión. Yo me empotré con los civiles, como camillero de ambulancia y relaté el conflicto al mismo tiempo que cargué heridos, cargué muertos, y saqué personas de entre los escombros. Es una postura ética, una forma de entender la profesion de la que me siento orgulloso y convencido. Y no me la he inventado yo. Es lo que se ha hecho siempre; lo que hizo Robert Kapa en el desembarco de Normandía y lo que hizo Miguel Gil en Kosovo. Hemos perdido las buenas reglas de la profesión; ahora intentamos recuperarlas.


González Villalobos para Xornal

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