
Protesta contra productos israelíes en Nablús en enero de 2009 (Nasser Ishtayeh / AP)
Aunque con una importancia y un éxito dispares, a lo largo de las últimas décadas han surgido iniciativas similares contra gobiernos y empresas de diferentes partes del mundo en protesta por las más variadas cuestiones, normalmente muy serias. Digo ‘normalmente’ porque en algunas ocasiones, y a toro pasado, se revelan tan patéticas como el boicot a los productos catalanes que se puso en marcha en ciertos sectores de la derecha española/españolista hace unos años y su contraparte catalana Compreu en català, que pedía favorecer la compra de productos etiquetados en catalán frente a los etiquetados en castellano. Como contó en su día la periodista Victoria Prego en su blog, la falta de entendimiento llegó a provocar que unos y otros pidieran, a la vez, que no se consumiera el agua ‘Vichy Catalán’.
Las campañas anuales de caza de focas en Canadá están en el punto de mira de los activistas que piden sendas acciones contra el comercio de ambos países. Según la web boycott-canada.com, puesta en marcha por la ONG Respect for Animals, “el gobierno canadiense ha permitido que un cuarto de millón de focas murieran golpeadas o por armas de fuego en los últimos cuatro años”. Para presionar al país norteamericano, la web –que está dirigida a los consumidores británicos– propone dirigir cartas a los supermercados que importan productos pesqueros de Canadá para pedir que dejen de proveerse de estas mercancías. También sugiere que dejar de escoger Canadá como destino turístico puede ser una medida efectiva para presionar al gobierno de Ottawa.
Campañas muy similares se han venido poniendo en marcha contra Japón por la caza de ballenas. Greenpeace, de hecho, ha intentado dar una nueva vuelta de tuerca a las presiones económicas: hace dos años, inició una campaña para que los clientes de Canon –que se ha identificado en varias ocasiones con campañas de protección de la naturaleza– pidieran al fabricante de cámaras fotográficas que apoyara la condena al gobierno japonés y a su política de fomento de la caza de ballenas. Se trata de una iniciativa original: en lugar de emprenderla contra una empresa por sus acciones o las acciones del gobierno del país del que procede, se le pedía ayuda para presionar entre todos al responsable político y conseguir los fines de la campaña que, al final, no tuvo el éxito esperado. Canon decidió no participar, según leo en la sección de la web de Greenpeace dedicada a la defensa de los océanos.

Manifestante apoyando el boicot a productos de Arizona frente a la Legislatura, en Phoenix (Ross D. Franklin / AP)
Además de boicots a las producciones industriales de un país al completo, en varias ocasiones hemos visto protestas contra determinados fabricantes por sus conductas, como la campaña de Greenpeace contra Nestlé por utilizar en sus chocolatinas aceite de palma procedente de cultivos que, según la ONG, ocupan extensiones que antes ocupaba la selva tropical en Indonesia. Es la enésima campaña internacional contra la multinacional suiza, que tiene amplia experiencia en ser el blanco de los consumidores activos preocupados por las implicaciones que sus compras tienen en los países de origen de los productos o en la conducta de la empresa en la que ponen su confianza.
Fuente: Periodismo Humano
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