viernes, 3 de abril de 2009

QUE VERGUENZA !!!


Es verdaderamente duro escribir sobre este asunto sin que uno se indigne. Todos sabemos hasta dónde Israel puede llegar a ser perverso y satánico. Después de todo, nosotros, los palestinos, llevamos décadas siendo los receptáculos de las salvajadas israelíes.

De hecho, estar siendo atormentados y asesinados hasta limites indecibles por los hijos, nietos y bisnietos del holocausto ha sido siempre, y continúa siendo, “la” forma de vida de los palestinos.

Sin embargo, que algunos palestinos permitan que les embauquen para cantar y tocar música antes los opresores y asesinos de sus hijos es sencillamente algo que la dignidad humana no puede tolerar.

Como poco, fue insultante y humillante que algunos judíos se vieran obligados o embaucados para tocar música ante los soldados de las SS, la GESTAPO y la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, el acto tenía como objetivo humillar a las víctimas y arrebatarles los últimos vestigios de dignidad humana. Y ahora, los judíos, en Israel, están haciendo lo mismo con los palestinos, las víctimas indirectas del nazismo.

La semana pasada, se llevaron hasta Tel Aviv a unos cuantos niños inocentes del campo de refugiados de Yenin para “animar y tomar parte en actividades de promoción de la paz”. Sin embargo, una vez allí, los niños fueron llevados sin ceremonia alguna a una recepción donde les hicieron tocar y cantar para los “supervivientes del holocausto”, algunos de ellos ex miembros de las bandas terroristas de la Hagana e Irgun que tomaron parte en la limpieza étnica de Palestina y en la expulsión de los palestinos de su patria.

Sólo Dios sabe cuánta sangre palestina hicieron correr esos supuestos “supervivientes del holocausto” en 1948 y en los años subsiguientes. Desde luego, Dir Yasin, Tantura, Dawaymeh y otras numerosas masacres no fueron cometidas por OVNIS. Fueron cometidas a sangre fría por esos mismos personajes ante quienes han llevado ahora a nuestros niños para que les distraigan.

¡Es como para morirse de vergüenza miles de veces!

Se instruyó a algunos de esos niños inocentes para que pronunciaran palabras que jamás habrían pronunciado las víctimas del sionismo. Pero, al parecer, los niños sentían que tenían que decir algo que les habían pedido que dijeran para mostrar su gratitud ante el “contratista judío de la paz” que les había sacado del ghetto, conocido también como campo de refugiados de Yenin, aunque sólo fuera para una escapada de seis horas en Tel Aviv. No estoy en contra de mostrar una auténtica simpatía con las víctimas del holocausto. Sin embargo, una simpatía que se manipula para justificar, racionalizar o incluso para atenuar el crimen contra la humanidad que es Israel es peor que un crimen si se utiliza tan sólo para fomentar y perpetuar la opresión.

Como seres humanos, nosotros, los palestinos, simpatizamos con todas las víctimas del nazismo, del estalinismo y del imperialismo, con los llorados, los muy llorados y los no llorados, que constituyen la inmensa mayoría de las víctimas.

Sin embargo, dicho esto, creo firmemente que ninguna persona honesta bajo el sol tiene ni el más mínimo derecho a pedir que paguemos el precio de lo que los nazis hicieron o puedan haber hecho a los judíos europeos hace setenta años. No fuimos nosotros quienes enviamos a los judíos a los hornos. Fueron los alemanes. No matamos de hambre a los judíos como los judíos están haciendo con nosotros en la Franja de Gaza. No incineramos a los judíos en las cámaras de gas como los judíos han incinerado recientemente a los niños palestinos con fósforo blanco.

Por consiguiente, de entre todos los pueblos de este mundo, a los palestinos jamás se les puede hacer sentir culpables por lo que los nazis y otros europeos hicieron con los judíos. Digo esto porque un sentimiento de culpa, aunque sea un atisbo de culpa, por nuestra parte, sería interpretado o malinterpretado como una reivindicación del sionismo, el nazismo de nuestra época.

Hay más razones que hacen que la más reciente e insensible manipulación del sufrimiento palestino sea algo alarmante y deshonroso. En primer lugar, casi todos los jóvenes músicos que fueron llevados a Tel Aviv provenían del campo de refugiados de Yenin. Para aquellos que lo hayan olvidado, ese es el mismísimo campo de refugiados que los tanques israelíes pulverizaron en 2002.

Según testigos oculares, los tanques y bulldozer israelíes destruyeron las casas encima de los civiles inocentes, incluidos los minusválidos físicos, mientras docenas de civiles inocentes eran sistemáticamente masacrados, de la misma forma que lo fueron los judíos en el Ghetto de Varsovia. La masacre perpetrada en el campo fue tan atroz que Israel se negó a permitir que funcionarios de las Naciones Unidas accedieran al campo para inspeccionar lo ocurrido.

Bien, de nuevo la analogía con lo nazi es innegable. ¡¡Sólo tienen que imaginar que se hiciera cantar ante los soldados de las SS a los niños judíos supervivientes de Treblinka o Bergen Belsen!!

En segundo lugar, el desgraciado concierto en Tel Aviv se produjo casi inmediatamente después del genocida ataque israelí contra Gaza donde aviones de combate israelíes rociaron con fósforo blanco, otros misiles y bombas mortíferas, a los niños, mujeres y hombres del enclave costero mientras los judíos israelíes estaban alegremente celebrando la “victoria sobre Hamas” y los rabinos se preocupaban con clasificar a los gentiles en “niños de la luz” y “niños de las tinieblas”.

En Gaza, los judíos sionistas exhibieron su vergüenza ante los pueblos del mundo actuando como bárbaros primitivos y asesinos salvajes. De ahí la tremenda desvergüenza que supone enviar a unos niños palestinos a Tel Aviv para ayudar en los esfuerzos de la hasbara [*] de Israel en aras a encubrir el salvajismo pornográfico en Gaza.

Por último, es obvio que la Autoridad Palestina tiene mucho que ver en la responsabilidad de este infausto suceso. La AP nunca debería permitir los supuestos “intercambios culturales” y “normalización cultural” con los asesinos de nuestros niños, con un estado cuyos dirigentes y comandantes militares nos consideran un hatajo de “escoria, alimañas y animales” a los que hay que exterminar.

Desgraciadamente, la misma AP anima a algunos desmoralizados palestinos a querer congraciarse con Israel incluso de la forma más rastrera. Los frecuentes y cordiales encuentros e intercambio de besos entre Mahmoud Abbas y Ehud Olmert, el carnicero de Gaza, producen una impresión única, no sólo entre los niños del campo de refugiados de Yenin, sino también entre los televidentes de todo el mundo.

¡¡Quizá fue que la artillería y los aviones de combate israelíes rociaron de azúcar Gaza y no de fósforo blanco!!

Ese es probablemente el principal mensaje que los organizadores del tour Tel Aviv-Yenin querían comunicar a esos pobres niños que obviamente tuvieron que pasar el mal rato de tener que conocer a los asesinos de sus padres.

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

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