viernes, 31 de julio de 2009

Eretz check point: terminal sin ley

Ignacio Arteche, Jefe de Misión del MPDL en Palestina, relata su primera visita a Gaza y el paso por el control de Eretz, punto donde cooperantes y periodistas sufren a menudo humillaciones por trabajar con el pueblo palestino.

“Quien sacrifica la libertad, en aras de la seguridad, terminara menoscabando ambas” es una frase famosa del que fuera Presidente de los Estados Unidos de América Benjamin Franklyn. Es lo primero que me vino a la cabeza la primera vez que crucé el check point de Erezt para entrar en Gaza a monitorear los proyectos de mi organización, el Movimiento por la Paz -MPDL-.

El pasado abril entré por primera vez en Gaza. La mayoría de gente podría pensar que es un lugar peligroso e inseguro; sin embargo, y para mi sorpresa, es todo lo contrario. La seguridad que tiene uno al caminar por sus calles es la misma que percibes al pasear por la Gran Vía de Madrid. Los palestinos son hospitalarios y respetuosos, todo lo contrario que los soldados del check point israelí de Erezt.

Este lugar es un ejemplo de hasta donde puede llegar la irracionalidad de todo un Estado en aras de su supuesta seguridad. Son muchos los cooperantes que han sufrido la humillación de las autoridades israelíes sólo por trabajar, de manera imparcial, con las víctimas del conflicto armado sucedido en Gaza a principios de año y aún latente.

Gritos, esperas sin explicación durante horas, preguntas irrespetuosas y sin sentido, aislamiento en cámaras antibombas, obligación de desnudarse o de pasar constantemente por máquinas de rayos X, sin importar que seas hombre o mujer, adulto o menor, discapacitado o embarazada o anciano.

Mis compañeros me advierten que lo fácil de Gaza es entrar, lo difícil es salir; de modo que para mi salida de Eretz, voy preparado con el kit de trabajador humanitario: libro de más de 100 páginas, paciencia, conciencia para ser humillado y calzoncillos largos en caso de que me toque desnudarme.

Entre la primera inspección de pasaportes y Eretz hay un kilómetro de distancia, que estamos obligados a recorrer caminando, sea cual sea el equipaje, truene, llueva o haga sol, enfermos o sanos. Tras recorrerlo y pasar la primera inspección de maletas, entramos por fin en la Terminal transcurrida más de una hora desde el inicio.

Erezt está diseñado para que no haya contacto físico en ningún momento entre las personas que salen de Gaza y los soldados israelíes encargados de la seguridad. Éstos se encuentran en un piso superior, bajo vidrios resistentes a bombas de gran potencia y desde donde controlan, escuchan y dan órdenes a través de altavoces a una altura de unos 20 metros.

Lo primero es colocar todas nuestras pertenencias, salvo el pasaporte y la ropa que llevamos puesta, en una cinta transportadora que atraviesa un escáner. Cuarenta minutos más tarde, la puerta, después de habernos dado permiso para seguir adelante (“puedes pasar”), se abre, y el recorrido nos obliga, con las manos en alto y las piernas separadas, a pasar por un escáner. Después, otra puerta me interroga:

Puerta: -¿De dónde vienes?

Yo: -De Gaza.

Puerta: -¿Qué hiciste ahí?

Yo: -Trabajo de cooperante.

Puerta: -¿A dónde vas?

Yo: -A mi casa en Jerusalén.

Puerta: -¿Dónde en Jerusalén?

Yo: -Wadi al Joz

Puerta: -… (no le hace ninguna gracia que viva en un barrio palestino, Jerusalén Este)

Contestó a todas estas preguntas, pero la puerta me habla de nuevo: “¿Qué tienes en la mano?”. Respondo que el pasaporte, pero mi interlocutora me corta: “No, en la otra”. Se trata de una herida minúscula que me he hecho en el dedo lavando los platos, suficiente para que me etiqueten de elemento peligroso para el Estado de Israel.

Se abre otra puerta, de la que ya había oído hablar (y no bien precisamente). Se trata de una sala con otro escáner y un cristal anti-todo. Si consideran que transportas una bomba encima, el suelo se abre rápidamente, dejándote caer al fondo de un pozo.

De la nada aparece la primera persona en una hora y media (“sí, existen, es verdad”, pienso para mí), y a través del cristal me interroga con suspicacia por el pequeño corte de la mano: “¿Y por qué está sangrando?”. “Buena pregunta”, pienso. Media hora después, el soldado profesional me daba permiso para marcharme. De esta manera, conseguí salir de la Terminal sin ley en un total de 3 horas y media, un tiempo bastante por debajo de lo habitual.

La Terminal de Eretz es una vergüenza que vulnera el derecho internacional y en ella, cada día, ciudadanos palestinos y de otras partes del mundo ven vulnerados sus derechos fundamentales y su libertad con la vaga, frágil y peligrosa idea de proteger la seguridad de un Estado que como dijo Benjamin Franklyn, terminará menoscabando tanto la libertad como la seguridad de sus habitantes.

Ignacio Arteche es Jefe de Misión del Movimiento por la Paz -MPDL- en Palestina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario