miércoles, 29 de julio de 2009

Un crecimiento imparable de colonos en Cisjordania

Un colono judío mira por la ventana de un nuevo asentamiento ilegal que se está levantando en Cisjordania. El cartel reza: "La salvación está cerca". PAVEL WOLBERG/EFE
Mazel tov, colono, tu torá esta bañada en sangre

El escritor israelí Meir Shalev suele contar que cuando Israel conquistó Cisjordania en 1967 mantuvo una acalorada discusión con su progenitor. Su padre veía con buenos ojos el retorno de los judíos a la antigua tierra de los reinos de Judea y Samaria donde, según el relato bíblico, están enterrados los patriarcas del judaísmo y donde el rey David estableció sus primeras capitales. Pero Shalev recelaba. No solo tendría Israel que gobernar por la fuerza y sine die a una población árabe. Se corría también el riesgo de despertar el fervor mesiánico y religioso de la entonces abrumadoramente laica sociedad israelí.

“Le dije entonces a mi padre: Estamos a punto de dar un bocado que nunca podremos tragar”, recordaba Shalev, autor aclamado en Europa por títulos como Por Amor a Judith o Blue Mountain, en una entrevista con este diario. Sus predicciones se cumplieron y desde entonces no ha habido marcha atrás, salvo en la indomable Gaza, donde Israel evacuó a sus 8.000 colonos para convertir más tarde la franja en una especie de Alcatraz, una isla-penal.

Todos los gobiernos israelíes han apoyado activamente la transferencia de su población a los territorios ocupados, prohibida por la Convención de Ginebra. Ni siquiera los llamados pacifistas se resistieron a la tentación. Shimon Peres, hoy presidente, plantó árboles en el asentamiento de Ofra a mediados de los 70.

El apoyo que reciben tiende incluso a ser superior al que perciben los municipios dentro de las fronteras legales de Israel. Mientras sus ayuntamientos obtienen el 34% de sus ingresos del Estado, las colonias reciben el 57%, según un estudio del Israeli European Policy Network. “A pesar de las negociaciones de paz en curso, la población de colonos en Cisjordania ha aumentado más del doble en los últimos 20 años. Crece a un ritmo muy superior a la de Israel”, añade el informe.

Números Judíos

En Cisjordania hay ya unos 300.000 judíos en cerca de 120 asentamientos y 100 colonias salvajes, una etiqueta para designar a los asentamientos embrionarios. En Jerusalén Este la cifra ronda los 200.000. No todos los colonos son unos iluminados ultranacionalistas formados en la red de escuelas talmúdicas del sionismo religioso, como Mercaz Harav, la yeshiva elegida en mayo por el primer ministro, Binyamin Netanyahu, para celebrar el aniversario de la conquista de Jerusalén Este y recordarle al mundo que su soberanía no es negociable.

La mayoría vive en territorio ocupado por conveniencia. Las casas allí son mucho más baratas que en Israel y la vida, desde las guarderías hasta el transporte, está subvencionada. Estas ventajas han cambiando el perfil demográfico de los asentamientos. Sectores como los ultraortodoxos, escasamente nacionalistas hace unas décadas, se están mudando en masa a las colonias. Y para no perder votos, sus representantes políticos se han endurecido ideológicamente. La prueba es Shas, el partido de los religiosos sefardís. De ser partidario de la fórmula de paz por tierra, hoy se opone a la más mínima concesión territorial.

Para proteger a sus colonos y sus industrias –repartidas en una veintena de parques industriales donde disfrutan de suculentas exenciones fiscales—, Israel ha creado en Cisjordania un modelo que algunos comparan al apartheid surafricano. Ha construido impecables carreteras de uso exclusivo para los colonos y levantado muros y verjas para separarlos de sus vecinos. A menudo en tierras privadas palestinas, donde se levantan el 44% de los asentamientos, según Paz Ahora. Todas esas vallas, caminos cortados y puestos de control militar han dejado a las poblaciones palestinas aisladas, cercadas y maniatadas para desarrollarse económicamente, siempre a merced del oficial israelí de turno.

Cientos de miles de israelíes están agotados de convivir con esta realidad. Abjuran de la ocupación por el coste moral, económico y de imagen que representa para el país. Pero cada día es más difícil dar marcha atrás. El bocado de Shalev está encallado y, si alguien no lo remedia, Israel solo podrá elegir en el futuro entre dos escenarios: un estado binacional compartido con los palestinos o un sistema ominoso de apartheid.

Periódico de Cataluña

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