jueves, 6 de agosto de 2009

El cielo es nuestra manta, la tierra nuestra cama

Israel ha vuelto a hacerlo. Con la tranquilidad que da saberse impune, tal como lo ha sido durante los últimos 61 años, ha vuelto a violar de forma flagrante el derecho internacional y los derechos humanos más elementales de los palestinos residentes en Jerusalén Este, ocupado desde 1967.

Aproximadamente a las 5 am del domingo 2 de agosto, decenas de agentes policiales de diferentes unidades llegaron al barrio palestino de Sheikh Jarrah, con la intención de desalojar dos casas, las de las familias Ghawi y Hanoun. Rompiendo puertas y ventanas, entraron en los dos hogares con el fin de expulsar a sus habitantes, así como a los activistas internacionales e israelíes que durante meses han estado durmiendo allí como muestra de apoyo y solidaridad. Cerca de 50 personas de las dos familias fueron expulsadas violentamente, y acto seguido se creó un cordón policial con el fin de impedir que nadie se acercara a las casas. 13 activistas que protestaban fueron detenidos y llevados al complejo policial y penitenciario llamado "Russian Compound", en Jerusalén Oeste.

Poco después de la expulsión, apareció un camión donde los colonos del barrio fueron metiendo a toda prisa los objetos que había en las dos casas palestinas. El camión se marchó, sin ni siquiera informar a las familias acerca de dónde llevaban sus pertenencias. Hacia las 8.30 am, los colonos recibían autorización para entrar en las casas y tomar posesión de ellas. Nasser Ghawi dijo durante aquella mañana al diario israelí Haaretz: "Somos 38 personas en la familia. Ahora, el cielo es nuestra manta y la tierra nuestra cama".

¿Cómo se ha llegado a este trágico desenlace? Después de un larguísimo proceso legal que ha durado 37 años -una mezcla de surrealismo jurídico kafkiano y de jugadas sucias maquiavélicas-, los colonos judíos del barrio de Sheikh Jarrah han conseguido demostrar legalmente que, de hecho, son los legítimos propietarios del sector donde se encuentran las dos casas expropiadas. Los hogares de las familias Hanoun y Ghawi forman parte de un conjunto de 28 casas que el gobierno jordano y la UNRWA (Agencia de la ONU para los refugiados palestinos) construyeron en 1956 para acoger a refugiados que lo habían perdido todo en lo que hoy es Israel, durante la Nakba (1948-1949). Aunque los colonos judíos llegaron 11 años después de esta construcción -con la ocupación de Jerusalén Este en 1967-, la Corte Suprema Israelí ha acabado dando por buenos unos supuestos títulos de propiedad otomanos que datan del siglo XIX, que "demuestran" que la propiedad real del sector es judía, y que por lo tanto tiene que volver a manos judías, expulsando aquellos árabes que la han estado "ocupando" durante 53 años. El objetivo final del plan sionista es apoderarse de las 28 casas, poco a poco, con el fin de demolerlas y edificar posteriormente un nuevo barrio judío, que tomaría el nombre de "Shimon Hatzidic", un sacerdote del segundo Templo supuestamente enterrado en el barrio y que se ha convertido en el pretexto bíblico para apoderarse de todo el sector.

De hecho, estas dos familias no son las primeras víctimas de este plan de limpieza étnica en Sheikh Jarrah. El pasado 9 de noviembre del 2008, la familia Al-Kurd, que vivía en otra de las 28 casas mencionadas, fue la primera en ser expulsada. Abu Kamel, el padre de la familia, que se encontraba gravemente enfermo, murió pocos días después de la expulsión. Om Kamel, la madre, sin ningún sitio más donde ir, ha vivido desde entonces en una tienda a escasos metros de su antiguo hogar, ocupado desde noviembre por colonos judíos. La tienda, situada en tierras privadas de un vecino, se ha convertido en un símbolo de resistencia en el barrio, la ciudad y todo el país. Y es por eso que ya ha sido demolida en 6 ocasiones por las autoridades sionistas. Pero cada vez que es destruida por las excavadoras Caterpillar, reaparece poco después como por arte de magia, tozuda, gritando a los cuatro vientos lo mismo que se puede leer en las pancartas colgadas por el barrio: "No nos iremos nunca de nuestras casas"! Por cierto, fue ese mismo domingo, mientras las dos familias eran expulsadas, que la tienda de Om Kamel fue destruida por sexta vez. Ésta es una guerra de resistencia, una guerra psicológica donde los símbolos son determinantes. Una tienda puede parecer insignificante, pero si uno de los ejércitos más poderosos del planeta se toma la molestia de aplastarla cada vez que puede, quiere decir que ésta se ha convertido en un temible símbolo. David contra Goliat, segunda parte.

Todo indica que los documentos otomanos aportados por los movimientos colonos del barrio son falsos. Es más, las familias de Sheikh Jarrah también cuentan desde principios de año con documentos otomanos, aportados generosamente por el gobierno turco que, después de años mareando la perdiz, empezó a colaborar decididamente con los abogados de las familias palestinas después de los ataques israelíes a la Franja de Gaza el pasado diciembre-enero. Aunque estos nuevos documentos parecían poner fin a la batalla legal, demostrando finalmente que las familias judías no habían sido nunca propietarias sino arrendatarias de este terreno, la Corte Suprema Israelí decidió ignorarlos, determinando que las dos familias contaban hasta el 19 de julio para abandonar las dos casas. Si no lo hacían, aparte de ser expulsadas, tendrían que pagar 50.000 dólares, 50.000 shekels y los dos padres de familia, Maher Hanoun y Nasser Ghawi, serían encarcelados. No lo hicieron, y después de semanas de incertidumbre, miedo, y centenares de visitas de solidaridad (incluidas las de poderosos diplomáticos de los consulados europeos vecinos), los Hanoun y los Ghawi ya están en la calle.

Lo más irónico de todo ello es que, incluso en el improbable caso de que los documentos aportados por los colonos fueran auténticos, Israel estaría enviando el siguiente mensaje a sus ciudadanos: reclamad vuestras propiedades anteriores a 1948, porque os serán devueltas. Pero tal como afirma en un comunicado la organización israelí Ir Amim, "El Estado de Israel tiene que reconsiderar las futuras consecuencias de este proceso, que permite a los judíos reclamar la titularidad de propiedades que les pertenecían antes de 1948, pero que impide que estas mismas reclamaciones sean hechas por residentes palestinos. Una apertura general de casos de propiedad -judíos y palestinos- de antes de 1948 podría situar al Estado de Israel en una situación imposible en Jerusalén".

Una vez más, Israel escupe en la cara de toda la comunidad internacional, incluso en la de sus protectores estadounidenses, y sonríe tranquilo, sabiéndose invencible e intocable (es la misma sonrisa que vi en la cara de un colono -armado, evidentemente- el pasado 27 de julio, un día después de que él y sus compañeros ocuparan por la fuerza una casa vacía, también en Sheikh Jarrah). Al fin y al cabo, Israel tiene sobradas razones para pensar así, ya que nunca le han parado los pies desde que se fundó en 1948. Las leyes internacionales, piensa, son un invento del antisemitismo mundial para impedir el objetivo supremo del sionismo: preservar y reforzar la mayoría judía en el Estado de Israel, incluida su "capital eterna e indivisible", Jerusalén. Tristemente Israel pretende ignorar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos nació, sobre todo, como respuesta a los horribles crímenes del nazismo. Nazis que, por cierto, también utilizaban una elaborada cobertura legal para expropiar a los judíos alemanes de sus legítimas posesiones.
Marcel Masferrer Pascual

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